Se dice que alguna vez hubo un monumento en Venecia a los enamorados más famosos de la historia y la literatura. Hoy más que una leyenda, ha pasado a ser un mito ese monumento. Pero su muerte sí que fue verdadera. De eso no hay duda.
Ellos no sabían que esa mañana en que se casaron iba a ser la última vez que se verían a los ojos, que se verían vivos. Su última vez fue viéndose muertos. Y murieron en la tristeza. Este monumento está más dedicado a la muerte que al amor. Y eso nos recuerda lo finito y fino que es el tiempo y la vida con nosotros. La muerte inspira vida. Saber que hoy puede ser la última vez contigo, con mis amigos, con mi familia, me hace dar todo de mí en ese momento. Es improbable, pero posible.
La muerte me hace amar hoy como nunca, porque no habrá un mañana. y esa misma muerte me muestra lo verdaderamente importante. Lo importante es vivir y amar el momento, pues es lo único real que tenemos. Pero ¿acaso , en algún momento se ha visto con buenos ojos lo romántico? ¿El morir por otro? ¿Romeo y Julieta fue trágico o cómico?
Creo que la verdadera pregunta es: ¿realmente importa lo que vaya a pensar la gente de mí? La conciencia de la muerte aparece para quitarnos el velo que nos impide ver y disfrutar de la vida. Hoy puede que sea mi último día en la tierra. si es así quiero, al igual que Julieta, dejar en claro que amé. Amé a mi familia, amé a mis amigos, amé mis libros y mis discos. Amé las historias y las mentiras. En otras palabras, fui alguien que vivió.
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